Mi confirmación: Por Alberto Lazarov Díez El día 20 de Abril del 2018 viví uno de los días más bonitos de mi vida, mi confirmación. En mis 17 años había estado a la vez tan feliz, orgulloso de mi mismo y unido a Dios al mismo tiempo. Por eso, es mi deseo dar testimonio de lo que esta experiencia ha significado para mí y para muchos de mis compañeros. Para ello, creo que debo dar una breve introducción como se me dio a mí en su día y después pasaré a contar mi experiencia.          En primer lugar, ¿qué es la confirmación? La confirmación es la prolongación, desarrollo y plenitud del bautismo que se recibe al comenzar a formar parte de la Iglesia, la familia del Señor. Es la bienvenida al Espíritu Santo, quién nos acompañará a lo largo de nuestra vida. La confirmación es una aceptación consciente de que pasas a formar parte de algo mucho más grande y que en consecuencia conlleva una serie de responsabilidades, entre las cuales se encuentran dos fundamentales para comprender la importancia de este sacramento. Estas son: vivir en actitud de fidelidad y servicio “en” y “con” la comunidad de creyentes y dar testimonio de Jesús y su Evangelio. He de decir que como a todo confirmando la definición dada puede sonar un tanto rimbombante la primera vez que se escucha pero con el tiempo, uno se da cuenta de que todo tiene sentido. La confirmación es optativa, nadie nos obliga a participar en ella excepto nuestra propia conciencia. Cabe destacar el mérito de los confirmandos por decidir voluntariamente seguir las enseñanzas de Jesús y también he de mencionar a nuestros catequistas, Pepe y Jorge, quiénes nos han ayudado a entender bien la importancia de este sacramento y a tomar esta importante decisión. Pero ahora, a cualquier persona que este leyendo esto le surgirán una serie de preguntas como por ejemplo: ¿no estamos los estudiantes de bachillerato lo suficientemente ocupados como para dedicar tiempo a Dios? ¿Por qué y para qué hacer la confirmación? ¿Qué te aporta y en qué te ayuda? La respuesta a la primera pregunta es no. Ninguna persona está suficientemente ocupada como para excusarse a sí mismo y dejar de lado al Señor. Independientemente del esfuerzo que podamos haber hecho a lo largo del curso, nosotros siempre hemos tenido un momento para Él. Porque nos ha dado la pausa que necesitábamos para entender las cosas desde una perspectiva cristiana, porque nos ha ayudado a ser mejores personas y porque nos ha sido gratificante, una vez hecho el esfuerzo, el mirar atrás y observar cuanto hemos aprendido.  Las otras dos de estas preguntas tienen múltiples respuestas, dependen de cada persona y su manera de entender el cristianismo y su manera por la cual se unen a Dios, pero lo bonito es que todas ellas son válidas porque nuestro Padre nos quiere a todos por igual y proporciona a cada individuo lo que necesita. Yo como representante de los confirmandos trataré de dar una perspectiva global, matizada con algunos toques personales. La explicación del por qué y para qué hemos hecho la confirmación es porque nosotros creemos en los valores y principios del cristianismo, también para sentirnos miembros de una comunidad que nos acoge con los brazos abiertos, nos da amor y nos escucha. Además sabemos que nunca estaremos solos, que el Espíritu Santo y nuestros padrinos y madrinas nos acompañarán y guiarán en el camino que escojamos en nuestras vidas. Este sacramento nos ha aportado una serie de lecciones las cuales nos han hecho madurar y las cuales nos ayudarán en nuestras vidas. Estar confirmados es un paso más en el camino para encontrarse con el Señor y probablemente una herramienta que nos ayudará a alcanzar la felicidad. Para concluir con esta primera parte de lo que ha supuesto la confirmación para nosotros, nos gustaría hacer una acción de gracias, como hemos aprendido, a una serie de personas que nos han ofrecido su testimonio y experiencia como cristianos en la comunidad viva de la Iglesia. En primer lugar, gracias a Pepe y Jorge, por aguantarnos en los días menos buenos, por guiarnos en la fe, por alentarnos y darnos un empujón cuando lo necesitábamos en los momentos más difíciles, por enseñarnos a rezar, por ser nuestros confesores, catequistas, profesores y amigos. Gracias a Antonio, invidente que trabaja en la once que nos dio, en una catequesis, el testimonio de su fe y de su vida, a Sara, Andrea, María que nos acompañaron y ayudaron en una convivencia. Por último a Rafa, un sacerdote joven que nos acompañó en una catequesis y en retiro del día de antes de la confirmación. Nos han ayudado a entender mejor las cosas y solucionar las dudas que nos surgían. Gracias a nuestros padrinos y madrinas, personas muy importantes que están y estarán con y para nosotros. Gracias a nuestras familias, por apoyarnos en esta decisión tan importante, por querernos y habernos educado en la fe. Gracias a la parroquia de San José de las Matas por habernos recibido en un día tan importante. Gracias al vicario Don Gil, quién nos confirmó. Gracias al colegio. Y por último yo querría dar las gracias a mis compañeros de confirmación, con los que he compartido una experiencia muy especial y ahora también pasan a formar parte de mi familia, por vuestro apoyo y amistad. El viernes de 20 abril cobra una especial importancia. Paso a contar brevemente cómo fue este evento para aquellos que no nos pudieron acompañar ese día. Como se va a poder comprobar, no fue más que una ceremonia cristiana, en comunidad. Lo que la hace especial es lo que hay detrás, todo lo que significa para nosotros la confirmación, todo el trabajo y esfuerzo que hemos dedicado y han dedicado por nosotros. Es viernes 20 de abril del 2018. Son las nueve de la mañana y hace un día muy bueno: sol, una temperatura cálida, sin viento. Es decir, un tiempo estupendo para un día tan bonito como el de nuestra confirmación. Cada abeja llega de su flor a la colmena, el colegio Logos. Es un día tranquilo, a pesar de que estamos bastante nerviosos. Unos tienen exámenes y otros continúan con las clases. La jornada transcurre como otra cualquiera. Algunas compañeras nos abandonan antes, se van a arreglarse para lucir la mejor de las sonrisas esa misma tarde aunque todos sabemos que estarían impecables de todas formas. Las clases acaban a las dos de la tarde y el resto de compañeros nos vamos a casa. En un abrir y cerrar de ojos ya son las seis. Estamos listos y un tanto inquietos, cada uno con su familia en sus respectivas casas. “Mamá deja de hacerme fotos que nos tenemos que ir.” Llegamos a la parroquia de San José de las Matas, unos antes y otros más tarde. Todos muy guapos y guapas. Los chicos sonreímos y caminamos junto a nuestros familiares en un traje que nos hace parecer mucho más mayores. Las chicas están radiantes, en sus vestidos igualmente preciosos desfilan de la mano de sus familias. “¡¿Dónde está Antonio?! Que él lee la monición de entrada”. La ceremonia comienza a eso de las siete de la tarde. Los sentados en los bancos a la izquierda del altar ponen su granito de arena a la ceremonia con la monición de entrada, las peticiones y la acción de gracias entre otras cosas. Es hora, después de muchos meses de catequesis ha llegado el momento. Acompañados de nuestros padrinos, nos acercamos al Vicario que nos saluda por nuestro nombre, nos hace la cruz en la frente con el crisma, que nos consagra al espíritu santo. Ya no estamos solos. Le damos un beso al vicario, nos levantamos y nos vamos a nuestro sitio. Es en ese momento cuando nos damos cuenta que somos miembros únicos de la iglesia y tenemos la tarea de vivir nuestra fe, individualmente y en nuestra comunidad, cada uno de manera diferente. Estamos confirmados. Estamos muy felices y yo, ya me siento de alguna forma más unido a Dios. Es simplemente diferente. Comulgamos. Escuchamos la palabra del Vicario y de Pepe. Podemos ir en paz. Una foto en grupo pone el broche perfecto a lo que será uno de nuestros mejores recuerdos. ¡¡¡¡Recuerdos que espero sean para siempre y así revivir el gozo que es confirmarse!!!!!