Con motivo del Día del Libro el pasado 23 de Abril celebramos en el colegio una lectura continuada, entre los alumnos de secundaria, de “El Quijote” desde las 9 de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde. Desde el departamento de Geografía e Historia nos pareció interesante preparar una exposición de cómo los libros nos acercan a la geografía local, en este caso enfocada en el libro Universal de Miguel de Cervantes. La lectura de algunos textos literarios facilita la conformación de paisajes ideales en la imaginación de los lectores. Se trata de paisajes pensados y recreados por un autor a través de su personal experiencia, que sirven de escenario para el desarrollo de la trama argumental que han ideado. La descripción de estos paisajes, al integrar elementos del medio natural y de la cultura, comporta una invitación a la comprensión del espacio según es entendido por la Geografía. Un caso discutido lo constituye la novela más importante de la literatura universal, el relato de las aventuras de Don Quijote de La Mancha. En 1575 el paisaje agrario de La Mancha lo componía una cerealicultura de secano acompañada de viñedo y de una importante cabaña ganadera integrada por ovejas, cabras, yeguas y vacas. En la aventura de los rebaños de ovejas, Cervantes relata que su protagonista se situó en un pequeño altozano para contemplar los dos ejércitos contendientes, que así le parecieron a don Quijote las dos manadas mesteñas que avanzaban sobre la llanura; entre los personajes que éste identifica en la hueste estaban precisamente «dos manchegos, ricos y coronados de rubias espigas», y también «los que su ganado apacientan en las extendidas dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por su escondido curso». La imagen popular de La Mancha del Quijote se acostumbra a identificar como la de un páramo árido y monótono, sin embargo las anotaciones geográficas de la novela nos muestran unos paisajes mucho más ricos y diversificados. El protagonista anduvo por muchos caminos de la submeseta meridional relativamente distantes unos de otros, de tal modo que los tres tipos de paisaje que se extienden sobre la geografía de esta zona de la península Ibérica los hallamos formando parte también del escenario del Quijote: el paisaje calizo (la cueva de Montesinos); el paisaje silíceo (el escenario de la historia de Grisóstomo y Marcela, y las aventuras de Sierra Morena); y el paisaje arcilloso (la aventura de las ovejas o la historia del Caballero del Verde Gabán, por ejemplo). En un primer acercamiento al paisaje encontramos en el relato frecuentes referencias a los elementos del medio físico y también a los componentes del espacio rural de su época. La aventura se desarrolla en la estación veraniega: «…una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio… por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo…». Como en este inicio, se utilizan en la descripción repetidas veces referencias a las características del clima, a la temperatura del estío: «El calor, y el día que allí llegaron, era de los del mes de agosto, que por aquellas partes suele ser el ardor muy grande…»; y al frío del invierno: «…al cielo abierto, puesto por blanco de los insufribles rayos del sol en el verano y de los erizados yelos del invierno», dice el protagonista en otra ocasión. Podríamos escoger infinidad de fragmentos en los que el medio geográfico y todos sus componentes, hacen presencia de una u otra forma en esta obra de arte de nuestra literatura, pero sería algo interminable. El Quijote constituye pues, una importantísima pieza para un mejor conocimiento de “esa pequeña porción” de nuestra Geografía que denominamos; La Mancha.

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