En la última catequesis de confirmación de enero, en la que todos esperábamos con intriga la llegada de un invitado, se nos presentó una persona, que nadie conocía, y que en unos escasos cincuenta minutos, nos había narrado el significado de la vida, basado en nada más que su propio ejemplo.

Resultó ser, según se presentó, un señor de 50 años que, desde niño, sabía que algún día sus ojos no verían la luz (fue muy llamativo como nos recordó los colores y la luz de la última puesta de sol que contempló, en la playa de Mazarrón, a los 15-16 años).

Hoy Antonio Mayor, así se llama, es jefe de comunicación e imagen de la ONCE  y padre de nueve hijos que junto a su mujer, Marina, médico, forman una familia cristiana, que viven para ser testigos desde sus vidas, del amor de Dios.

La clave es que es un ejemplo universal, que cristiano o no, todo el mundo debería la oportunidad de escuchar. Poder oír el testimonio de la dura juventud de una persona con dificultades, con el que, en una ínfima medida, todos nos podemos relacionar, da mucho que pensar.

Desde la importancia de tener a alguien al que comunicar nuestros problemas o aflicciones, hasta la necesidad de una familia y amigos. O la fuerza de voluntad, titánica, que se puede llegar a lograr cuando se tiene la suficiente determinación. Y las ganas de vivir, y la importancia de uno mismo, que es, valga la redundancia, algo vital y que yace en nuestro interior, y que debemos de cuidar. Pero por encima de todo, los lazos que se forman al estar unidos en una comunidad, como puede ser la cristiana, o lo que es a menor escala un grupo de amigos, que es sin duda la base de la catequesis en sí misma.

Yo, Jorge Encinas como asistente a la catequesis, me ha parecido que debíais conocer esta experiencia inolvidable.

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